Al alcance de la mano



Fragmento del texto escrito para El Postalero
Catálogo 22/23
Granada



Sábado por la tarde. Empieza a anochecer y poco a poco la calle se llena. Encontrar una mesa vacía en ese momento se vuelve motivo de celebración y lo que quiera que consuma me sabe mejor.

Me encuentro sentada en la silla de mi cuarto. Mi mirada, ágil y sensible, comienza a desplazarse por el archivo fotográfico de las exposiciones pasadas del proyecto El Postalero. Hay mucha gente y un ambiente festivo.

Continuo observando y encuentro gestos, muchos gestos. Y los imagino también. Un solo dispositivo articula toda una reunión social. Parece ser el pretexto, pero también, la ocasión para desarticular la relación del cuerpo con el espacio.
Salgo a la terraza. En frente hay una fiesta entre dos balcones. Qué suerte la suya, me digo.

Entro y me vuelvo a sentar. Son las 20.26 h. Escribo:

Acostumbradas a ser guardadas en los bolsillos o estar cruzadas entre los brazos, las manos establecen un lenguaje común e invisible en gran parte de los espacios de recepción del arte. Su movimiento depende de quien mira: esos ojos que caminan de izquierda a derecha y de abajo a arriba. Manteniendo una distancia con las piezas expuestas, las manos se (nos) encogen. Como si hasta cierto punto el mundo dejase de ser tocado por nosotrxs.

Es curioso como las palabras que utilizamos para describir el movimiento de nuestras manos -“tomar”, “agarrar”, “contener”, “prender”, “manipular”, “producir”, “elaborar”-, se han convertido en conceptos demasiados abstractos, olvidando a menudo que su significado se ha sacado del movimiento concreto que ellas producen.1 Me pregunto si nuestro pensamiento se habría configurado a partir de estos órganos. Imagino un calamar y sus ocho brazos. Seguramente no lo haya visto nunca escribir o calcular a no ser que pudiera gesticular con sus brazos como si de manos se tratase. 


[...]